15/3/11

Retrospección en el Umbral de los 30



Hoy he llegado a casa, acababa de comprar unas velas azules chulísimas que me han gustado en una tienda de cosas para casa (soy bastante maruja) y he tenido la necesidad de encender una de ellas. El color azul cobalto de la vela ha impregnado mis sentidos, ha demorado mi raciocinio por un momento y me he sentido como abstergido, ha sido bastante raro,  y de repente volvía a estar ahí, en mi habitación mirándola con cara de pasmado. He cenado ligero (bastante hemos tenido con el fin de semana que si pizza, pitas, etc…) y me ha apetecido ponerme música relajante, y en ese mismo momento he encendido la vela, con una cerilla de madera, cómo no, emulando a los hechizos de las brujas.

Y me he tumbado, relajado y por unos minutos he razonado algunas cosas que andan por mi cabeza últimamente (estudios, familia, ex pareja) pero después me he dejado llevar. Ha sido corto pero intenso, mi mente ha empezado no a imaginar sino a volver a vivir algunos de los recuerdos más importantes de mi vida, sin duda desde pequeño no recordaba gran parte de las cosas que hoy he vuelto a recordar (o no sabía que podía recordarlas) el caso es que he indagado en muchas cosas.

Me he visto de pequeño, o de más pequeño, según se mire, cómo estudiaba, cómo intentaba ligar con la chica más guapa de mi clase, Patricia me volvía loco, y cómo jugaba con los amigos o más bien con el único amigo de verdad que tuve en la infancia más temprana, Javier.
Recuerdo perfectamente cuando jugábamos a ser invisibles (siempre y cuando  hiciésemos antes el ritual de la ‘invisibilidad’) que consistía en coger una hoja seca de parra, dar un salto e intentar caer con una rodilla al suelo y a la misma vez dejar esa hoja machacada con la rodilla clavada encima, un horror vamos, pero es que sino, no eras invisible, y nos tirábamos todos esos minutos, que entonces para nosotros no existían haciéndonos pasar ( o no) por invisibles, eran buenos tiempos, buenos amigos, buenas notas…
Otra de las secuencias tiene que ver con el colegio también, pero con una chica, se llamaba Laura e íbamos a clase de Macramé, no me preguntéis el porqué, con ella jugaba a mantener los ojos abiertos el mayor tiempo posible y a ver quien tardaba más en cerrarlos, llorábamos y todo de no cerrar los ojos, los dejábamos sequísimos y nos reíamos mucho, mucho, Laura era una buena amiga, perdimos el contacto.
Luego empezaron las primeras novietas, el primer amor y la especialización en meter la pata, como uno siempre hace cuando está enamorado de verdad. 

Llegó el instituto y las novietas se convirtieron en dudas, uno miraba más a los chicos que a las chicas, y cambié; las primeras fiestas locas, grandes borracheras, pérdida de estudios… trabajé durante 5 años en una discoteca de rr.pp (también viví muy buenos momentos, pero de diferente manera).

Mi primer amor de hombre tardó en llegar yo tenía los 24 años y obviamente había tenido escarceos con otras personas, pero nunca nada serio de verdad. Y claro, pasó lo que tuvo que pasar (seguimos en lo que mi mente ha recordado) 4 años al garate, mal rollo, una relación tempestuosa.

Y llego al presente dónde me encuentro que he de volver a retomar los estudios dónde los dejé y he arreglado cosas pasadas, pero dolorosas.
 Así me presento a los 30 años con ‘retro- perspectivas’ por segunda vez en mi vida, esta vez sin mirar atrás, con valor seguro, y con la tranquilidad de saber que quien está a mi lado quiere el bien para mi (muy importante en los tiempos que corren).
Para que luego digan que una vela y música relajante no te hacen nada, el próximo día me fumo un porro a ver si nos reímos un poco más.  Buenas noches o días según como lo veas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.